Tiré de mi mano para soltarme, porque de pronto no podía
evitar sentirme incómodo. ¿Qué estaba haciendo? Habíamos cortado. Ya no
estábamos juntos. Seguir alimentando la ilusión del niño dentro de mí que solo
quería que la gente le quisiera y no se marchara no me llevaría a ninguna
parte. Mira lo bien que había salido eso con mi padre.
No. Lo que fuera que hubiese entre nosotros había acabado en
el momento en que yo le metí a Vince una bala en la cabeza. En el momento en
que empecé a parecerme demasiado a un tío que le había hecho daño a una chica
que ya no confiaba en nadie.
No hay vuelta atrás de una cosa como esa.
—Lo siento muchísimo,
Félix. —dijo Mara desde el otro lado de la mesa. Con un hilo de voz angustiada
que parecía haber salido arrastrándose de su garganta. Y cuando me atreví a
mirarla a los ojos ella no me estaba mirando. Me miraba la mano que había
apartado de ella como si quemase. Y ciertamente, a mí me quemaba.
—No creo que te siga,
Mara.
Ella esperó un poco y parpadeó. Y cuando me miró a la cara
tenía los ojos tan empañados en lágrimas que yo dudaba que no me viera borroso.
—Tienes razón. Tienes
razón y yo he tardado meses en darme cuenta. —una lágrima le cayó por la
mejilla derecha y la voz le tembló ligeramente. Y yo me odié porque no sabía lo
que había hecho, pero le había hecho daño otra vez. —Tú no eres Luka. No vas a
manipularme, ni a dejarme tirada, ni a meterme en líos ilegales. No vas a
hacerme sentir mal conmigo misma cuando no cumplo tus expectativas. Tú no
necesitas hacer daño a los demás para sentirte bien y yo te he estado acusando
de exactamente eso durante meses.
Boqueé intentando coger aire y hablar al mismo tiempo. Aunque
tampoco sabía qué decirle. ¿Qué todo aquello era mentira? ¿Qué me merecía que
me odiara? ¿Qué aceptaba sus disculpas y que podíamos volver a estar juntos?
No. Las cosas no funcionaban así. Y si bien yo no era como
Luka, era como mi padre. No necesitaba hacer daño a los demás, pero tampoco me
importaba. No disfrutaba cuando alguien me debía algo o cuando lo pasaban mal;
pero tampoco dudaría en cobrármelo o aprovecharme. Luka y yo no éramos el mismo
tipo de mala persona. Pero si te ibas a lo básico, los dos acabábamos por ser
lo mismo.
Bastardos egoístas que no se merecían que alguien les
quisiera.
Me enderecé en la silla, estiré la mano para coger la suya y
me preparé para hacer lo más difícil que había hecho en la vida.
—Mara. —esperé a que me
mirara antes de sonreírle suavemente y seguir hablando. —puedo prometerte que
hiciste bien en apartarte de mí.
Iba a seguir hablando. A decirle que aquello no había llevado
a ninguna parte en primer lugar. Que ella no necesitaba a alguien como yo. Que
solo era un lastre. Que yo no necesitaba a alguien como ella. Que quizás nunca
deberíamos haber estado juntos.
Pero ella me agarró del antebrazo cuando volví a intentar
apartarme y me clavó los dedos tan fuerte que estaba seguro de que al día
siguiente tendría moretones.
—Sí, lo hice. Pero no por
lo que tú crees. Félix Ballesteros. No te atrevas a levantarte de esta mesa
pensando que no mereces que alguien te quiera. —escupió cada palabra con rabia.
Con odio. Expresó mis propios pensamientos como una acusación. Como si le
pareciera el peor sacrilegio posible. — Tu padre debería haber estado ahí y no
estuvo. Se marchó y no sabías porque y eso te dio puerta a dudar sobre todo lo
que eras o tenías. Sé lo que se siente. Y sé que eso no es culpa tuya.
—Mara…
—Tu madre te culpó
inconscientemente porque para ella representabas todo lo que tu padre le había
quitado. Y si bien nunca te pegó los dos sabemos perfectamente lo que una buena
madre hace y no hace. Y en qué categoría cae la tuya. Eso no es culpa tuya.
— ¿Pero tú puedes
imaginarte lo que tuvo que ser vivir con una copia del hombre que le arruinó la
vida? —intercedí. No tanto para defender a mi madre como para que parara. No corregí el "nunca te pegó" porque eso solo le daría más argumentos.
—Y yo intenté echarte de
mi vida a patadas desde el principio. Te juzgué antes de conocerte y me aferré
a esa idea preconcebida con todo lo que tenía porque no me atrevía a conocerte
como realmente eras y que me gustases. —paró para coger aire y cuando yo
intenté recuperar mi brazo apretó el agarre aún más. Tenía los nudillos blancos
y era evidente que le estaba costando hacer tanta fuerza, así que dejé de
tirar. —Te busqué todos los defectos que se me ocurrieron, pensé lo peor de ti
a cada oportunidad que tenía. Y aun así te quise. —No me di cuenta de que yo
también estaba llorando hasta que me pasó la mano por la cara para secarme las
lágrimas. —Todo el mundo habla del primer amor, pero es el segundo el que
cuenta de verdad. El que después de que te arrancasen el corazón y lo
pisotearan te hace volver a creer en toda esa mierda. ¿Sabes cuánto hay que
querer a una persona para arriesgarte a volver a pasar por eso cuando ya te han
roto?
Que me jodan si en ese momento no quise abrazarla hasta que
volviera a sentirse entera. Y no dejar que nadie le volviese a hacer daño. Y no
soltarla nunca.
—Tú no estás rota. No eres
un caso de caridad. No necesitas que venga un gilipollas en un caballo blanco a
matar a tu madrastra y decirte cómo vivir tu vida. Tú eres una luchadora, no
una princesa desvalida. ¿Y si te han hecho creer que lo peor de cada persona es
siempre lo que vas a llevarte? Que les den. Es normal que te lo creas. —bajé la
vista al suelo un momento. Porque podría defenderla ante un huracán sin
titubear, pero esto… —es solo que me gustaría que no tuvieras que creértelo.
Ella sonrió y parpadeó hasta que ahuyentó todas las lágrimas.
Y yo me sentí bastante nenaza por no poder hacer lo mismo.
— ¿Ves? —me preguntó con
esa risa suave que me llenaba el pecho como si fuera la mía. — Tú no te pareces
en nada a Luka. Ni a tu padre. Ni a tu madre. Ni a mí, gracias a Dios. Félix,
nunca me he arrepentido de haberme atrevido a quererte. ¿Entiendes lo que digo?
Perfectamente. Siempre es más fácil ver las cualidades
positivas en las personas a las que queremos. Más cómodo, más agradable, más
apetecible. E igual que yo nunca iba a verla como a una cría frágil y perdida,
ella nunca me vería como un despojo que no merecía la pena recoger.
Aunque quizás eso fuese exactamente lo que éramos.
—Absolutamente. —carraspeé
para aclararme la garganta y le eché una mirada de reojo a la camarera, que nos
miraba intentando ser disimulada. — Deberíamos irnos, si seguimos aquí cinco minutos
más esa pobre mujer pensará que esto va a ser una telenovela regular.
Mara se echó a reír y pagó mientras yo me ponía la chaqueta.
Cuando fui a darle el dinero, me cerró el puño y me obligó a volver a
guardarlo.
—Puedes invitarme a algo
mañana.
Me cogió del brazo mientras salíamos y caminábamos sin prisa
ni rumbo.
—No me constaba que mañana
tuviésemos planes. —comenté. Porque tenía esa sonrisa de listilla repelente y
no podía dejarlo estar.
—A las 14:00. —afirmó ella
sin quitar esa expresión de “sé más que el resto del universo y me hace
muchísima gracia que intentéis
mantenerme el ritmo”. —No estarías en este marrón si yo no os hubiese
presentado. Sé lo que es confiar en Luka y acabar de mierda hasta las narices
sin saber siquiera por dónde te vino o cómo salir. No debería haberte dejado
solo para lidiar con ello cuando me lo contaste y no puedo cambiarlo. Pero no
voy a dejarte solo ahora, ¿vale?
Así que ese fue el trato. Al día siguiente tomaríamos café
juntos y luego iríamos a casa de Luka. Juntos. Y de solo imaginarme la cara que
pondría al vernos me daban ganas de echarme a reír. Pero saber que ella no iba
a dejarme solo me hacía poder respirar con facilidad.
Quizás no estuviésemos juntos. Pero estábamos juntos en esto.
—Vale, princesa. —contesté.
Solo por joder.
Nos despedimos y yo eché a andar hacia mi casa. Sin tener
claro si quería darle de puñetazos a una pared, gritar de alegría o echarme a
llorar y arrancarme la piel a tiras.
Y en lugar de plantearme que quizás Mara tuviese razón y yo
tuviese alguna cualidad redentora invisible a mis ojos; me planteé que ella
tampoco las tuviese. Que yo estuviese haciendo con ella lo que ella estaba
haciendo conmigo. Centrándome solo en cómo me hacía sentir y no en lo que había
de verdad.
Porque yo no era una buena persona. Y aunque ella no se
arrepintiese de lo nuestro… había estado enamorada de Luka. ¿Cuánto criterio
puede tener una persona que ha estado enamorada de Luka?
Sacudí la cabeza intentando despejarme y encendí un
cigarrillo. Mientras lo encendía me acordé de una conversación en la terraza de
Mara.
“—Dime
que no fumas.
—No
fumo.
—Chico
listo. Al menos más que yo”
Sí. Eso era. Exactamente. No era más listo que ella. Si en
algún momento lo había sido, desde luego ya se me había pasado. Si ella quería
idealizarme, que me idealizase. Tenía que ser agradable, eso de que alguien te
defendiera hasta de ti mismo. Pero yo no iba a idealizar nada, porque ya no
sabía cómo.
Joder. Ni siquiera sabía si ahora yo podría volver con ella.
¿Cómo iba a dejar que me quisiera si yo no me quería? ¿Cómo iba a dejar que me
sonriese como si fuese el mismo sol cuando la había hecho llorar? ¿Cómo podía
dejar que me dijese que yo merecía la pena cuando sabía que era mentira?
Cerré los ojos y dejé de caminar. ¿Cómo podía quedarme con
ella cuando ni siquiera quería quedarme conmigo mismo?