domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 21:

        Aquel era uno de esos momentos en que, cuando nos lo planteamos tirados en el sofá viendo la tele, todos creemos saber cómo reaccionaríamos. Pero realmente no lo sabemos hasta que nos vemos directamente en la situación.

        Yo soy un chico tranquilo. Nunca me he metido en peleas, nunca he buscado líos con nadie… Nunca he tenido que vivir situaciones límite ni que tomar decisiones importantes bajo presión y de manera brusca.

        Y nunca pensé que pudiera disparar a alguien. Nunca me creí capaz de atentar tan directamente contra la vida de otro ser humano. Nunca he podido entender cómo de fuera de si tiene que estar alguien para matar a otra persona.

        Ahora podría intentar excusarme hablando del calor del momento, del instinto de supervivencia, del miedo… Podría deciros que estaba en shock y no sabía lo que hacía. Esta es mi historia, así que podría incluso deciros que fallé el tiro y nunca sabríais la verdad.

        Pero lo cierto es que cuando levanté la pistola hacia el tío y apunté a su pecho, no estaba fuera de mi cabeza, y no fallé. Ni siquiera tenía miedo. Cuando apreté el gatillo era completa y absolutamente consciente de lo que hacía. Con esa claridad en que todo parece ir a cámara lenta y tú tienes todo el tiempo del mundo.

        El tío cayó sobre las baldosas del paseo como un peso muerto. Porque un tiro entre los ojos normalmente hace ese tipo de cosas a un cuerpo. Y Luka se llevó las manos a la brecha mientras echaba la cabeza hacia atrás, intentando no perder más sangre.

        Nadie dijo nada. Eric y yo nos quedamos mirándonos a los ojos en silencio. Con ese tipo de miradas que deberían decir muchas cosas pero en realidad no dicen ninguna. O que las dicen todas pero tú estás demasiado asustado porque acabas de matar a alguien como para fijarte en los detalles.

Lucas llegó caminando desde las escaleras que conectaban el puerto con el casco antiguo, y aunque teniendo en cuenta lo que tardó en entrar en escena era obvio que había visto la… pelea, no dijo nada. Con mucha tranquilidad y tapándose las manos con las mangas de la chaqueta rebuscó en la chaqueta del traje del tío, y sacó una cartera de cuero.

— ¿Cómo queréis llamarle? ¿Vicente, Manuel, Rodrigo, Elías…? Hay carnets falsos para escoger. —preguntó con mucha calma.

        Todo pasaba como si no pasase. Con ese tipo de ambientación de los sueños en que todo parece irreal. Aquello más que mi vida parecía un puto videojuego. Y yo estaba tan tranquilo que ya empezaba a acojonarme cómo reaccionaría cuando volviese a la realidad.

—Joder, joder, joder, joder. —masculló Eric llevándose las manos a la cabeza.

—Que no cunda el pánico. Félix, no estás fichado, ¿no?  —me preguntó Lucas poniéndose de pie. Yo negué con la cabeza. —Pues voy a meterle la cartera donde estaba. Que se apañe la poli identificándolo, para mi es Vince. Dame la pistola, pagando no será difícil que alguien se deshaga de tus huellas. Obviamente, no hace falta decir que el dinero no lo pongo yo, ¿no? —preguntó lanzándoles una mirada a Eric y a Luka, que asintieron en silencio.

        Hice lo que me dijo y, una vez arreglado, se echó al tío al hombro lo tiró en el agua negra del muelle.

—Alguien debe de haber llamado ya a la policía al escuchar el disparo, pero con un poco de suerte pensarán que fue alboroto de la discoteca. Eric y Luka van a ir al hospital y decir que las heridas de Luka son de una pelea. Entre ellos. Sin más testigos o participantes. Félix, tú mándale un mensaje a Teresa y dile que disuelva la fiesta. Y por Dios, no le contéis esto a nadie. —terminó de resolver limpiándose las manos al pantalón.

—No se lo voy a ocultar a Mara. —le corté antes de que Eric pudiera ayudar a Luka a levantarse.

—Tío, a mi me dejó por estar metido en negocios turbios. Que se lo cuentes y que te de la patada son todo uno. —aseguró Luka desde el suelo. Muy colaborador, el hijo de puta.

        Me contuve para no darle una patada en la cara diciéndome que no era momento. Que estaba sangrando y yo acababa de matar a alguien. Joder, yo acababa de matar a alguien.

—Pero es que yo no estoy metido en negocios turbios. TÚ estás metido en negocios turbios so hijo de perra. Yo estoy metido en un marrón como una casa porque mis amigos son retrasados y… ¿Por qué estamos discutiendo en lugar de largarnos antes de que llegue la poli? —pregunté de repente.

        Eric y Luka fueron caminando hasta la plaza del ayuntamiento, a coger un taxi para ir al hospital. Lucas y yo echamos a andar hacia el centro de la ciudad para alejarnos lo más posible del escenario. Yo le mandé el mensaje a Teresa y Lucas llamó por teléfono a un tío que vino a por la pistola.

—El dinero cuando esté limpia. Hay huellas, no hay pasta. ¿Capito?—le gruñó mientras se la daba. —Y nada de coñas, que sé dónde duermes.

        Yo lo observaba todo el segundo plano. Porque mi mejor amigo, el tío con el que había crecido, mi hermano en todo excepto la sangre, parecía haberse convertido de repente en el líder de una banda criminal sin que yo me enterara.

—¿Me lo vas a explicar o..?—pregunté bastante ofendido. Si esto era lo que se sentía ser dejado de lado de parte de la persona en la que más confiabas, lo que había sentido Lucas… Era una mierda.

—Voy a mandarle un Whatsapp a Javi diciéndole que nos hacemos un aguas para recuperar el tiempo perdido. Cuando me fui le estaba comiendo el morro a Lucía, así que no creo que se ralle. ¿Vamos a un pub y lo hablamos bajándonos un tequila?

— ¿Dónde quedó el café y el no emborracharse?

—Tío, son las once de la noche, si encuentras una cafetería abierta te doy una puta medalla. —me dijo riéndose mientras me pasaba un brazo por los hombros.

        Entramos en un pub del centro y nos sentamos en una mesa cerca del ventanal. La música era horrible, y en la pista de baile la gente se agitaba con algo de ritmo intentando bailar. La camarera, que tenía la falda muy corta y una camisa transparente que dejaba a la vista su sujetador de cerecitas, vino sonriendo y se inclinó regalándole a Lucas un primer plano de su escote.

— ¿Qué os pongo, chicos?

—Tequila, José Cuervo para mí y…

—Jack Daniels doble. —pedí con una sonrisa rápida. Una sonrisa de soy un chico normal y no he matado a nadie.

        Ella volvió a la barra y Lucas se giró en su sofá de cuero apoyando la espalda en la pared. Parecía cansado. No por la noche de fiesta sino por el peso de ocultar cosas durante demasiado tiempo. No era la cara de un crío de diecisiete años.

—Han echado a mi padre del taller de coches. Está con el paro, pero no nos llega. Mi madre sigue con las clases particulares mientras espera a que salgan oposiciones a profesora. Yo… quería ayudar.

        La camarera volvió y nos dejó las bebidas, la de Lucas con una tarjeta con su número. Yo pagué justo y ella se marchó contoneando las caderas.

—Ellos se pusieron en contacto conmigo. Yo… Al principio era trabajos pequeños, mensajería, tráfico, algún robo de poco nivel…  Luego al jefe le pareció que yo tenía madera y fui… ¿ascendiendo? Joder tío, no sé. —se bebió de un trago el primero de los tres chupitos de tequila que tenía en la mesa. —No te lo iba a contar. Pensé que te acojonarías. Que dejarías de hablarme. Porque… joder Félix, tú siempre has sido el calmado, el lógico, el tranquilo… Y ahora has matado a un tío.

        Le di un trago a mi whisky y esperé en silencio a que siguiera hablando. Parecía que últimamente eso era todo lo que hacía. Esperar en silencio a que la gente me contase sus historias. Tampoco me molestaba. Cuando vi que no iba a seguir hablando le puse una mano en el brazo para hacer que me mirara.

—Si te sirve de consuelo, yo tampoco te habría contado lo de… ¿Vince? Si no hubieras estado ahí.

        Él se rió agachando la cabeza y vació otro vaso de chupito.

—Somos una puta mierda de amigos. —comentó sonriendo. Y era una sonrisa cínica y cansada, pero ahora sí parecía un chaval de diecisiete años y no un hombre de cuarenta.

—Eh, el primer paso es reconocerlo. —levanté el vaso y él lo chocó tomándose su último chupito.

        Y yo pensé que quizás no éramos tan malos amigos. Porque nos sentíamos mal cuando llevábamos mucho tiempo sin vernos, y al leer alguna cosa graciosa el otro era la primera persona a quien queríamos mandársela y nos emborrachábamos juntos y estábamos ahí el uno para el otro. Y al final del día, son las cosas que haces las que cuentan. Las que callas no importan tanto.

        Al tequila y al whisky le siguieron dos vasos de vodka. Para cada uno. Y luego le mandé un mensaje a la madre de Lucas diciéndole que se quedaba a dormir en mi casa para ver un partido de baloncesto de la liga americana que echaban a las cuatro de la mañana.

        Llegamos a mi casa y le inflé la cama de invitados. No nos molestamos en poner sábanas, porque los dos sabíamos que estaba demasiado borracho como para notar la diferencia. Nos tiramos en las camas mirando al techo y nos dormimos en silencio.

        Por la mañana salté por encima de la cama de Lucas de camino al baño. Tiré de la cisterna rezando por no despertar a nadie, aunque no sabía qué hora era. Me lavé las manos y la cara y me quedé un momento en silencio mirando mi reflejo en el espejo.

        Ayer había matado a alguien. Oh. Joder. Ayer me había cargado a alguien que probablemente tenía familia o amigos. Me había cargado a alguien a quien echarían de menos. Habría alguien destrozado por mi culpa. Porque yo había MATADO a alguien.

        Joder. Joder. Joder. Joder.


        Y tampoco había llamado a Mara.