domingo, 14 de abril de 2013

Capítulo 18:


        Los exámenes de la segunda evaluación no fueron tan bien como los de la primera. Quizás se debía a que me había descentrado un poco, quizás a que no pasaba bastante tiempo en casa como para abrir un puñetero libro o quizás a que dejó de importarme.

        Tenía esa sensación. Esa de cuando eres joven, y estás empezando a disfrutar de la vida de verdad. Ves lo que te has estado perdiendo por jugar según las reglas que otros le han impuesto a tu vida y te sientes lleno. Crees que eres invencible, que eres un rebelde y que eso es genial. Crees que estás viviendo cuando lo que estás haciendo es acelerar un coche hacia un acantilado.

        En mi defensa puedo argumentar la pobre razón de que yo era un crío de 17 años al que le estaban enseñando el mundo demasiado rápido personas mucho más “guays” y experimentadas que él. Sí, sí. Lo sé. Como a todos.

        Luka no era tan malo cuando lo conocías. O eso pensé entonces. Era un chaval agradable cuando no estaba intentando cabrearte lo bastante como para que le dieras de hostias. Y al parecer al haberle pegado había pasado una especie de prueba y ya les caía bien en automático a todos. Yo no me quejaba.

        Lucía, la hermanastra de Luka por parte de padre, me explicó que Teresa había estado convencida de que por muy tranquilo que pareciese, defendería a Mara ante cualquiera. Y Luka había querido comprobar si de verdad tenía lo que había que tener.

        Karen me enseñó a hacer trampas jugando al póquer y me tocó el culo descaradamente para después felicitar a Mara por “la pesca”.

—Se dice caza, Karen. —la corrigió Eric, que parecía acostumbrado a que Karen se inventara las expresiones de los idiomas que no conocía con mucha tranquilidad.

—No, capullo. Los hombres cazáis. Las mujeres pescamos.

        Nunca conseguí que me explicase esa frase, y aunque crea que ahora la entiendo, probablemente me equivoque.

        Kate me descubrió el cansadísimo pero interesante mundo del activismo político. Jamás os creeríais la cantidad de problemas que le puede encontrar uno al mundo si se dedica específicamente a buscarlos.

        Marco se pasaba la mayor parte del tiempo drogado, pero era un tío gracioso. Y Alexis pasaba más tiempo ligando con tías que haciéndonos caso a ninguno, así que nunca llegué a tener una opinión fundamentada de él.

        Y esos eran los amigos de Mara. Y eran todos muy europeos, y la mayoría tenían bastante dinero como para no trabajar en su puñetera vida. Y eran más de los que yo habría conseguido juntar en toda mi vida.

        Y si fuera una persona medio decente les habría presentado a Lucas y habría intentado incluirle en el grupo en lugar de pasar cada vez menos tiempo con él. Pero Lucas últimamente no tenía tiempo para nada, porque él sí estaba estudiando para los exámenes, y yo tampoco insistí mucho.

        Íbamos a fiestas, jugábamos al póquer, bebíamos, bailábamos, nos reíamos… Luka me enseñó tropecientos insultos en serbio… Y me sentía tan vivo que no me di cuenta de que estaba dejando de ser yo para actuar más como ellos. Porque realmente no quería ser yo. Yo era un pringado casi sin amigos al que no miraba nadie. ¿Quién no preferiría ser como ellos?

        La primera vez que me acosté con Mara fue un sábado que quedamos los dos solos para ver películas de Tarantino y comer comida china. Si fuera un caballero no comentaría nada al respecto, y si fuera un capullo arrogante me echaría flores… Pero lo cierto es que fue todo más gracioso que erótico. Nos caímos de la cama (y no fue completamente mi culpa) y Mara tuvo que explicarme lo que tenía que hacer, con qué tenía que hacerlo y cómo tenía que hacerlo para que estuviera bien hecho.

Y no me refiero a la teoría básica, si no a la que no se aprende viendo porno ni leyendo. A la que solo te puede enseñar una tía con el carácter suficiente para decirte lo que quiere que le hagas y cómo quiere que lo hagas.

Podría decir muchas cosas, pero no cambiaría nada. Porque el sexo de verdad, cosa que aprendes a base de trabajo de campo, no se parece en nada al de las películas ni los libros. La primera vez que te acuestas con alguien es una experiencia torpe pero necesaria en que vuestros cuerpos aprenden a conocerse. Al final lo único que hay que hacer es buscar lo que funciona para vosotros y tirar de frente.

—Vale, si estabas pensando en Brad Pitt tienes que confesar ahora antes de que pueda hacerme ilusiones. —le dije una vez que estuvimos tirados en su cama mirando las estrellas mientras ella se fumaba un cigarrillo.

— ¿Te asustaría si te dijera que estaba pensando en Uma Thurman? —preguntó ella riéndose.

—Ni de coña. Solo a esa mujer le pueden quedar bien los trajes de motorista amarillo. Si tuvieras la oportunidad y no me dejaras por ella estaría muy desconcertado.

        Ella se echó a reír otra vez y apagó el cigarrillo en el cenicero de al lado de su cama antes de volver a acurrucarse a mi lado.

—Eres una de las cosas más bonitas que he tenido nunca.

—Que me llames cosa me ofende en cierto modo. Que me llames “bonita” me ofende en más de un modo. Pero si estoy entendiendo lo que quieres decir, gracias. —contesté dándole un beso en el pelo.

—Quiero decir que no te cambiaría por Uma Thurman. —resolvió de manera críptica. Y los dos sabíamos que no era eso lo que había querido decir, así que no hacían falta explicaciones.

        A estas alturas supongo que ya os habréis dado cuenta de que Mara no era una persona muy normal (y si no os habéis dado cuenta, por favor dejad de leer y reconsiderad los valores de vuestra vida). Y yo lo sabía, y en un principio no me importaba. Pero cuanto más tiempo pasaba con ella más cuenta me daba de que había algo que no estaba pillando. No era simplemente que hiciera cosas raras, que las hacía. Era algo que se marcaba más en las cosas que no hacía que en las que sí.

        Era algo que se colaba en sus silencios, en su sorpresa cuando yo insinuaba que me importaba lo que pasaba con ella. En sus ojos llorosos la noche de la fiesta cuando le dije que no estaba bien que la tratasen como un trapo. Era algo que se insinuaba oscuro y terrorífico. Y que me comía por dentro. 

jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 17:


        ¿Sabéis la mala espina que me daba Luka? Pues no eran solo celos. Era sentido arácnido de peligro o intuición femenina o cualquiera de esas cosas que yo no debería tener y nunca había tenido.

       No era un capullo que te destrozase la casa y atropellase ancianas solo porque podía. No. Eso sería fácil. ¿Dónde estaría la gracia si yo no sufro de la manera más rebuscada posible? No. Pero era el tipo de bastardo asqueroso que disfruta del conflicto. Era Eris con su manzana, y el principio del fin. Era el desastre que viene detrás de todas las cosas buenas.

        O quizás me estoy poniendo melodramático. A saber.

       Al parecer jugaba profesionalmente al póquer, así había conocido a Mara, y había venido para una timba que se organizaba en la ciudad. Y por supuesto le había parecido una solución ideal quedarse a dormir en casa de su ex. Capullo asqueroso.

        Se acopló descaradamente a nuestro desayuno de la mañana siguiente y se lo pasó mirándome con una sonrisa de medio lado. De esas que solo les quedan bien a los capullos arrogantes. Afortunadamente Teresa decidió acoplarse también porque hacía mucho tiempo que no veía a Luka. Nunca pensé que me alegraría de verla.

        Sé perfectamente que me moría de celos, que la envidia no es sana, que es un símbolo de desconfianza en la pareja que puede ocultar problemas más profundos etc.

— ¿Vienes a la fiesta de esta noche, Félix? —me preguntó con una sonrisa.

—Claro. ¿Dónde y cuándo?

—En el Hilton, a las diez en punto. Ven de traje y dile a tu madre que no dormirás en casa. —y luego el cabrón estalló a reírse él solo.

        Mara le dio un codazo en las costillas que le hizo soltar un quejido de nenaza, así que me sentí un poco mejor.

        A las diez estaba en la puerta del hotel Hilton, con traje y corbata y no podía dejar de preguntarme si no me estarían gastando una broma e iba a hacer el ridículo. Unas chicas con vestidos de fiesta pasaron por la puerta a mi lado y me decidí a entrar cuando una de ellas me guiñó el ojo y luego soltó una risa tonta.

        Pregunté por Luka Savić y después de hacer una llamada por el teléfono del hotel el recepcionista me dio una tarjeta.

—Quinto piso, Presidencial Suite.

        Subí, abrí y contuve mi mandíbula para no que se cayera al suelo. La suite tenía el tamaño de un apartamento grande, ridículamente grande, y estaba llena de gente vestida de fiesta bailando y riéndose con copas en la mano.

      Alguien me agarró del abrazo y tiró de mí para darme dos besos. Después del shock inicial pude ver a Teresa sonriéndome. Llevaba un vestido azul oscuro, lo bastante largo para taparle las sandalias de tacón que se notaba que llevaba porque medía algo más que yo.

—Me alegro de que hayas venido. —me saludó. Luego se inclinó y me susurró al oído. —Cuando le des, dale duro.

        Y a mí se me pasaron doscientas cosas por la cabeza que podría haber querido decir con esa frase. Pero antes de que pudiera preguntar me arrastró hacia un lado de la Suite que daba al dormitorio. Luka estaba sentada con otro tío alto y rubio en el alfeizar de la ventana, ambos llevan esmoquin y estaban bebiendo y riéndose. En la cama, Mara y una chica rubia se retorcían de la risa mientras una chica castaña contaba algo.

        Mara se levantó de un salto al verle y le echó los dos brazos al cuello para obligarle a agacharse y llegar a darle un beso. Llegaba un vestido blanco que parecía hecho de plumas. Y estaba guapísima.

—Te echaba de menos. ¡Ven que te los presente!

        La chica castaña se llama Lucía y era la hermanastra de Luka. La rubia que se había estado muriendo de la risa era Karen. El tío que bebía con Luka era Eric, y al parecer era el que daba la fiesta. Luego también estaban Kate (la novia de Eric), Marco y Alexis; que andaban perdidos en algún lugar de la fiesta.

        Y eran majos. Eran divertidos, y eran interesantes… Y todo sería perfecto de no ser por Luka, que de repente pareció decidir comportarse como el capullo que yo sabía que era y empezar a pincharme. Aquello llegó a un punto culminante en el que el gilipollas se levantó y mirándome a los ojos empezó a contar una historia de cuando salía con Mara. A día de hoy lo justifico porque empleó las palabras “Borracha como una perra” “caliente como una zorra” y “sin bragas”.

        Le pegué un puñetazo antes de darme cuenta de que le estaba pegando un puñetazo. Y el trastabilló hacia atrás tirando la mayor parte de la bebida en la alfombra. Nunca le había pegado a nadie. Quizás lo más parecido había sido zarandear un poquito al niño idiota que se metía con mi hermana. Me sentí extrañamente bien.

        Cuando se incorporó y me miró me preparé para que me dieran la paliza de mi vida. Pero de repente todo el mundo empezó a aplaudir y Mara le dio un billete de 50 euros a Teresa. Luka me pasó un brazo por los hombros riéndose.

—Joder tío, pensé que no ibas a darme en la vida.

—Te dije que era de los nuestros. —sonrió Teresa guardándose el billete en el escote.

—Vamos a conseguir whiskie con hielo, ¿eh chaval?—preguntó Luka mientras giraba conmigo hacia el salón donde estaba la barra de bar. —Para ti el whiskie y para mí el hielo.

        Todos rieron otra vez y yo sonreí sin poder evitarlo. Porque nunca nadie te dice que pegarle un puñetazo a alguien pueda resultar tan bien.

        Así que me tomé un par de whiskies y me reí. Y Mara sonrió orgullosa toda la noche y no me soltó la mano. Cuando la fiesta empezó a apagarse a eso de las 4 de la mañana, nos sentamos en uno de los sofás y yo me dediqué a acariciarle el pelo. Porque podía.

—No pensé que fueras a pegarle. Siempre estás tan tranquilo… No pareces el tipo de chico celoso.

—No estaba celoso. —le contesté. Y me di cuenta de que era verdad. —No fue porque se hubiese acostado contigo, eso ya lo suponía. Fue por como habló de ti. Como si fueras un trapo barato de usar y tirar.

        Mara me miró con los ojos abiertos de golpe, como si no se hubiese parado a pensar en esa posibilidad. Se inclinó para darme un beso y cuando se separó de mi tenía los ojos empapados en lágrimas.

—No sabes lo mucho que me alegro de conocerte.

        ¿Os he dicho que Luka era el principio del fin? Luka era el principio del fin.