jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 17:


        ¿Sabéis la mala espina que me daba Luka? Pues no eran solo celos. Era sentido arácnido de peligro o intuición femenina o cualquiera de esas cosas que yo no debería tener y nunca había tenido.

       No era un capullo que te destrozase la casa y atropellase ancianas solo porque podía. No. Eso sería fácil. ¿Dónde estaría la gracia si yo no sufro de la manera más rebuscada posible? No. Pero era el tipo de bastardo asqueroso que disfruta del conflicto. Era Eris con su manzana, y el principio del fin. Era el desastre que viene detrás de todas las cosas buenas.

        O quizás me estoy poniendo melodramático. A saber.

       Al parecer jugaba profesionalmente al póquer, así había conocido a Mara, y había venido para una timba que se organizaba en la ciudad. Y por supuesto le había parecido una solución ideal quedarse a dormir en casa de su ex. Capullo asqueroso.

        Se acopló descaradamente a nuestro desayuno de la mañana siguiente y se lo pasó mirándome con una sonrisa de medio lado. De esas que solo les quedan bien a los capullos arrogantes. Afortunadamente Teresa decidió acoplarse también porque hacía mucho tiempo que no veía a Luka. Nunca pensé que me alegraría de verla.

        Sé perfectamente que me moría de celos, que la envidia no es sana, que es un símbolo de desconfianza en la pareja que puede ocultar problemas más profundos etc.

— ¿Vienes a la fiesta de esta noche, Félix? —me preguntó con una sonrisa.

—Claro. ¿Dónde y cuándo?

—En el Hilton, a las diez en punto. Ven de traje y dile a tu madre que no dormirás en casa. —y luego el cabrón estalló a reírse él solo.

        Mara le dio un codazo en las costillas que le hizo soltar un quejido de nenaza, así que me sentí un poco mejor.

        A las diez estaba en la puerta del hotel Hilton, con traje y corbata y no podía dejar de preguntarme si no me estarían gastando una broma e iba a hacer el ridículo. Unas chicas con vestidos de fiesta pasaron por la puerta a mi lado y me decidí a entrar cuando una de ellas me guiñó el ojo y luego soltó una risa tonta.

        Pregunté por Luka Savić y después de hacer una llamada por el teléfono del hotel el recepcionista me dio una tarjeta.

—Quinto piso, Presidencial Suite.

        Subí, abrí y contuve mi mandíbula para no que se cayera al suelo. La suite tenía el tamaño de un apartamento grande, ridículamente grande, y estaba llena de gente vestida de fiesta bailando y riéndose con copas en la mano.

      Alguien me agarró del abrazo y tiró de mí para darme dos besos. Después del shock inicial pude ver a Teresa sonriéndome. Llevaba un vestido azul oscuro, lo bastante largo para taparle las sandalias de tacón que se notaba que llevaba porque medía algo más que yo.

—Me alegro de que hayas venido. —me saludó. Luego se inclinó y me susurró al oído. —Cuando le des, dale duro.

        Y a mí se me pasaron doscientas cosas por la cabeza que podría haber querido decir con esa frase. Pero antes de que pudiera preguntar me arrastró hacia un lado de la Suite que daba al dormitorio. Luka estaba sentada con otro tío alto y rubio en el alfeizar de la ventana, ambos llevan esmoquin y estaban bebiendo y riéndose. En la cama, Mara y una chica rubia se retorcían de la risa mientras una chica castaña contaba algo.

        Mara se levantó de un salto al verle y le echó los dos brazos al cuello para obligarle a agacharse y llegar a darle un beso. Llegaba un vestido blanco que parecía hecho de plumas. Y estaba guapísima.

—Te echaba de menos. ¡Ven que te los presente!

        La chica castaña se llama Lucía y era la hermanastra de Luka. La rubia que se había estado muriendo de la risa era Karen. El tío que bebía con Luka era Eric, y al parecer era el que daba la fiesta. Luego también estaban Kate (la novia de Eric), Marco y Alexis; que andaban perdidos en algún lugar de la fiesta.

        Y eran majos. Eran divertidos, y eran interesantes… Y todo sería perfecto de no ser por Luka, que de repente pareció decidir comportarse como el capullo que yo sabía que era y empezar a pincharme. Aquello llegó a un punto culminante en el que el gilipollas se levantó y mirándome a los ojos empezó a contar una historia de cuando salía con Mara. A día de hoy lo justifico porque empleó las palabras “Borracha como una perra” “caliente como una zorra” y “sin bragas”.

        Le pegué un puñetazo antes de darme cuenta de que le estaba pegando un puñetazo. Y el trastabilló hacia atrás tirando la mayor parte de la bebida en la alfombra. Nunca le había pegado a nadie. Quizás lo más parecido había sido zarandear un poquito al niño idiota que se metía con mi hermana. Me sentí extrañamente bien.

        Cuando se incorporó y me miró me preparé para que me dieran la paliza de mi vida. Pero de repente todo el mundo empezó a aplaudir y Mara le dio un billete de 50 euros a Teresa. Luka me pasó un brazo por los hombros riéndose.

—Joder tío, pensé que no ibas a darme en la vida.

—Te dije que era de los nuestros. —sonrió Teresa guardándose el billete en el escote.

—Vamos a conseguir whiskie con hielo, ¿eh chaval?—preguntó Luka mientras giraba conmigo hacia el salón donde estaba la barra de bar. —Para ti el whiskie y para mí el hielo.

        Todos rieron otra vez y yo sonreí sin poder evitarlo. Porque nunca nadie te dice que pegarle un puñetazo a alguien pueda resultar tan bien.

        Así que me tomé un par de whiskies y me reí. Y Mara sonrió orgullosa toda la noche y no me soltó la mano. Cuando la fiesta empezó a apagarse a eso de las 4 de la mañana, nos sentamos en uno de los sofás y yo me dediqué a acariciarle el pelo. Porque podía.

—No pensé que fueras a pegarle. Siempre estás tan tranquilo… No pareces el tipo de chico celoso.

—No estaba celoso. —le contesté. Y me di cuenta de que era verdad. —No fue porque se hubiese acostado contigo, eso ya lo suponía. Fue por como habló de ti. Como si fueras un trapo barato de usar y tirar.

        Mara me miró con los ojos abiertos de golpe, como si no se hubiese parado a pensar en esa posibilidad. Se inclinó para darme un beso y cuando se separó de mi tenía los ojos empapados en lágrimas.

—No sabes lo mucho que me alegro de conocerte.

        ¿Os he dicho que Luka era el principio del fin? Luka era el principio del fin. 

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