miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 33:

        Tiré de mi mano para soltarme, porque de pronto no podía evitar sentirme incómodo. ¿Qué estaba haciendo? Habíamos cortado. Ya no estábamos juntos. Seguir alimentando la ilusión del niño dentro de mí que solo quería que la gente le quisiera y no se marchara no me llevaría a ninguna parte. Mira lo bien que había salido eso con mi padre.

        No. Lo que fuera que hubiese entre nosotros había acabado en el momento en que yo le metí a Vince una bala en la cabeza. En el momento en que empecé a parecerme demasiado a un tío que le había hecho daño a una chica que ya no confiaba en nadie.

            No hay vuelta atrás de una cosa como esa.

—Lo siento muchísimo, Félix. —dijo Mara desde el otro lado de la mesa. Con un hilo de voz angustiada que parecía haber salido arrastrándose de su garganta. Y cuando me atreví a mirarla a los ojos ella no me estaba mirando. Me miraba la mano que había apartado de ella como si quemase. Y ciertamente, a mí me quemaba.

—No creo que te siga, Mara.

        Ella esperó un poco y parpadeó. Y cuando me miró a la cara tenía los ojos tan empañados en lágrimas que yo dudaba que no me viera borroso.

—Tienes razón. Tienes razón y yo he tardado meses en darme cuenta. —una lágrima le cayó por la mejilla derecha y la voz le tembló ligeramente. Y yo me odié porque no sabía lo que había hecho, pero le había hecho daño otra vez. —Tú no eres Luka. No vas a manipularme, ni a dejarme tirada, ni a meterme en líos ilegales. No vas a hacerme sentir mal conmigo misma cuando no cumplo tus expectativas. Tú no necesitas hacer daño a los demás para sentirte bien y yo te he estado acusando de exactamente eso durante meses.

        Boqueé intentando coger aire y hablar al mismo tiempo. Aunque tampoco sabía qué decirle. ¿Qué todo aquello era mentira? ¿Qué me merecía que me odiara? ¿Qué aceptaba sus disculpas y que podíamos volver a estar juntos?

        No. Las cosas no funcionaban así. Y si bien yo no era como Luka, era como mi padre. No necesitaba hacer daño a los demás, pero tampoco me importaba. No disfrutaba cuando alguien me debía algo o cuando lo pasaban mal; pero tampoco dudaría en cobrármelo o aprovecharme. Luka y yo no éramos el mismo tipo de mala persona. Pero si te ibas a lo básico, los dos acabábamos por ser lo mismo.

        Bastardos egoístas que no se merecían que alguien les quisiera.

       Me enderecé en la silla, estiré la mano para coger la suya y me preparé para hacer lo más difícil que había hecho en la vida.

—Mara. —esperé a que me mirara antes de sonreírle suavemente y seguir hablando. —puedo prometerte que hiciste bien en apartarte de mí.

        Iba a seguir hablando. A decirle que aquello no había llevado a ninguna parte en primer lugar. Que ella no necesitaba a alguien como yo. Que solo era un lastre. Que yo no necesitaba a alguien como ella. Que quizás nunca deberíamos haber estado juntos.

        Pero ella me agarró del antebrazo cuando volví a intentar apartarme y me clavó los dedos tan fuerte que estaba seguro de que al día siguiente tendría moretones.

—Sí, lo hice. Pero no por lo que tú crees. Félix Ballesteros. No te atrevas a levantarte de esta mesa pensando que no mereces que alguien te quiera. —escupió cada palabra con rabia. Con odio. Expresó mis propios pensamientos como una acusación. Como si le pareciera el peor sacrilegio posible. — Tu padre debería haber estado ahí y no estuvo. Se marchó y no sabías porque y eso te dio puerta a dudar sobre todo lo que eras o tenías. Sé lo que se siente. Y sé que eso no es culpa tuya.

—Mara…

—Tu madre te culpó inconscientemente porque para ella representabas todo lo que tu padre le había quitado. Y si bien nunca te pegó los dos sabemos perfectamente lo que una buena madre hace y no hace. Y en qué categoría cae la tuya. Eso no es culpa tuya.

— ¿Pero tú puedes imaginarte lo que tuvo que ser vivir con una copia del hombre que le arruinó la vida? —intercedí. No tanto para defender a mi madre como para que parara. No corregí el "nunca te pegó" porque eso solo le daría más argumentos.

—Y yo intenté echarte de mi vida a patadas desde el principio. Te juzgué antes de conocerte y me aferré a esa idea preconcebida con todo lo que tenía porque no me atrevía a conocerte como realmente eras y que me gustases. —paró para coger aire y cuando yo intenté recuperar mi brazo apretó el agarre aún más. Tenía los nudillos blancos y era evidente que le estaba costando hacer tanta fuerza, así que dejé de tirar. —Te busqué todos los defectos que se me ocurrieron, pensé lo peor de ti a cada oportunidad que tenía. Y aun así te quise. —No me di cuenta de que yo también estaba llorando hasta que me pasó la mano por la cara para secarme las lágrimas. —Todo el mundo habla del primer amor, pero es el segundo el que cuenta de verdad. El que después de que te arrancasen el corazón y lo pisotearan te hace volver a creer en toda esa mierda. ¿Sabes cuánto hay que querer a una persona para arriesgarte a volver a pasar por eso cuando ya te han roto?

        Que me jodan si en ese momento no quise abrazarla hasta que volviera a sentirse entera. Y no dejar que nadie le volviese a hacer daño. Y no soltarla nunca.

—Tú no estás rota. No eres un caso de caridad. No necesitas que venga un gilipollas en un caballo blanco a matar a tu madrastra y decirte cómo vivir tu vida. Tú eres una luchadora, no una princesa desvalida. ¿Y si te han hecho creer que lo peor de cada persona es siempre lo que vas a llevarte? Que les den. Es normal que te lo creas. —bajé la vista al suelo un momento. Porque podría defenderla ante un huracán sin titubear, pero esto… —es solo que me gustaría que no tuvieras que creértelo.

        Ella sonrió y parpadeó hasta que ahuyentó todas las lágrimas. Y yo me sentí bastante nenaza por no poder hacer lo mismo.

— ¿Ves? —me preguntó con esa risa suave que me llenaba el pecho como si fuera la mía. — Tú no te pareces en nada a Luka. Ni a tu padre. Ni a tu madre. Ni a mí, gracias a Dios. Félix, nunca me he arrepentido de haberme atrevido a quererte. ¿Entiendes  lo que digo?

        Perfectamente. Siempre es más fácil ver las cualidades positivas en las personas a las que queremos. Más cómodo, más agradable, más apetecible. E igual que yo nunca iba a verla como a una cría frágil y perdida, ella nunca me vería como un despojo que no merecía la pena recoger.

        Aunque quizás eso fuese exactamente lo que éramos.

—Absolutamente. —carraspeé para aclararme la garganta y le eché una mirada de reojo a la camarera, que nos miraba intentando ser disimulada. — Deberíamos irnos, si seguimos aquí cinco minutos más esa pobre mujer pensará que esto va a ser una telenovela regular.

        Mara se echó a reír y pagó mientras yo me ponía la chaqueta. Cuando fui a darle el dinero, me cerró el puño y me obligó a volver a guardarlo.

—Puedes invitarme a algo mañana.

        Me cogió del brazo mientras salíamos y caminábamos sin prisa ni rumbo.

—No me constaba que mañana tuviésemos planes. —comenté. Porque tenía esa sonrisa de listilla repelente y no podía dejarlo estar.

—A las 14:00. —afirmó ella sin quitar esa expresión de “sé más que el resto del universo y me hace muchísima gracia que intentéis  mantenerme el ritmo”. —No estarías en este marrón si yo no os hubiese presentado. Sé lo que es confiar en Luka y acabar de mierda hasta las narices sin saber siquiera por dónde te vino o cómo salir. No debería haberte dejado solo para lidiar con ello cuando me lo contaste y no puedo cambiarlo. Pero no voy a dejarte solo ahora, ¿vale?

        Así que ese fue el trato. Al día siguiente tomaríamos café juntos y luego iríamos a casa de Luka. Juntos. Y de solo imaginarme la cara que pondría al vernos me daban ganas de echarme a reír. Pero saber que ella no iba a dejarme solo me hacía poder respirar con facilidad.

        Quizás no estuviésemos juntos. Pero estábamos juntos en esto.

—Vale, princesa. —contesté. Solo por joder.

        Nos despedimos y yo eché a andar hacia mi casa. Sin tener claro si quería darle de puñetazos a una pared, gritar de alegría o echarme a llorar y arrancarme la piel a tiras.

        Y en lugar de plantearme que quizás Mara tuviese razón y yo tuviese alguna cualidad redentora invisible a mis ojos; me planteé que ella tampoco las tuviese. Que yo estuviese haciendo con ella lo que ella estaba haciendo conmigo. Centrándome solo en cómo me hacía sentir y no en lo que había de verdad.

        Porque yo no era una buena persona. Y aunque ella no se arrepintiese de lo nuestro… había estado enamorada de Luka. ¿Cuánto criterio puede tener una persona que ha estado enamorada de Luka?

        Sacudí la cabeza intentando despejarme y encendí un cigarrillo. Mientras lo encendía me acordé de una conversación en la terraza de Mara.

“—Dime que no fumas.
—No fumo.
—Chico listo. Al menos más que yo”

        Sí. Eso era. Exactamente. No era más listo que ella. Si en algún momento lo había sido, desde luego ya se me había pasado. Si ella quería idealizarme, que me idealizase. Tenía que ser agradable, eso de que alguien te defendiera hasta de ti mismo. Pero yo no iba a idealizar nada, porque ya no sabía cómo.

        Joder. Ni siquiera sabía si ahora yo podría volver con ella. ¿Cómo iba a dejar que me quisiera si yo no me quería? ¿Cómo iba a dejar que me sonriese como si fuese el mismo sol cuando la había hecho llorar? ¿Cómo podía dejar que me dijese que yo merecía la pena cuando sabía que era mentira?


        Cerré los ojos y dejé de caminar. ¿Cómo podía quedarme con ella cuando ni siquiera quería quedarme conmigo mismo? 

1 comentario:

  1. Hola V, me gusta este blog.
    ¿Me darías permiso para narrar algunos capítulos del inicio (entre 3 y 6) para incluir en relatos cortos de mi ivoox ?
    Soy jmsalcines@gmail.com

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