Las vacaciones se acabaron y yo volví a clase. Entregué todos
los trabajos y saqué un 10 en el de Filosofía.
Y no dejé de pensar en hacer algo lo suficientemente especial
como para que Mara se creyese que quiero algo más que acostarme con ella. Algo “especial”.
Joder, Mara era la persona más rara que había conocido en mi vida, ¿Cómo iba a
saber lo que era especial para ella?
Llamar a Teresa para preguntarle quedaba descartado teniendo
en cuenta que todavía seguía algo acojonado después de nuestro primer
encuentro. Así que lo googleé. Porque tenía 17 años y mis amigos eran igual de
cafres que yo.
Flores, bombones, joyas… Muy de “príncipe azul”. Poemas,
canciones dedicadas, entradas a un concierto… No había en mí una sola fibra
artística y no sabía que música le gustaba… Al final acabé descartándolo todo
porque era demasiado caro para alguien que vive de su paga de 80 euros al mes y
tiene que pagarse todas las fotocopias del mundo.
Estaba por desesperarme y comprarle una mazorca a ver si
significaba algo para ella cuando mi hermana me pegó una colleja.
—No le compres cosas. Haz
cosas. Escríbele una carta como un admirador secreto. Quizás se anime a
devolvértela.
Es un poco triste que terminara decidiéndome por hacerle caso
a una niña de 12 años que babeaba por películas románticas y chillaba cada vez
que el guapo de turno salía en la tele. Pero siempre ha sido la lista de la
familia, aun no sé a quién ha salido, así que me puse a escribir.
Tras 14 intentos, conseguí esto:
Carta Primera:
Hola, supongo que esto será una sorpresa
para ti, y sé que puede parecer un poco raro. Espero no asustarte. Sé que es un
método de comunicación extraño. Porque las cartas ya no se usan y tú no sabes
quién soy. Solo te pido que sigas leyendo, ¿vale?
No voy a decirte quién soy porque esto
perdería la gracia. Te lo diré un día, en el futuro, si sigues queriendo
saberlo. Esta carta es una invitación a un intercambio igualitario: Yo te
cuento algo de mí, y tú me cuentas algo de ti.
No hay ninguna manera de que sepas que
no miento, del mismo modo que no hay ninguna de que yo sepa que tú no lo haces.
¿Pero cuál sería el punto entonces? Todo el mundo tiene una historia que
contar, y muchas veces es más fácil contársela a un extraño.
Si te apetece, contéstame. ¿Conoces la
biblioteca antigua al lado del ayuntamiento? En el tercer piso, en la sección
de Clásicos de la Filosofía. Según subes por la escalera giras a la derecha,
hay una mesa de café con varios sillones tapizados en rojo. En la estantería de
detrás hay un libro de Shakespeare que la bibliotecaria se empeña en que es “pura
filosofía”. Deja tu contestación ahí antes del viernes y el lunes tendrás una
respuesta en el mismo sitio.
Si el viernes cuando cierre la
biblioteca no has dejado la carta lo entenderé perfectamente y no volveré a
molestarte.
Con
cariño; alguien.
Revisé la carta al menos 8 veces antes de aceptar que no era completamente
horrible y que probablemente solo pensara que era un idiota gastándole una
broma.
Sobra decir que cuando cerré el sobre me temblaban las manos
y me costaba respirar con calma. A medida que me acercaba a su portal me
parecía cada vez una idea más estúpida. Para cuando piqué el timbre y murmuré “Cartero
comercial” ya estaba convencido de que pensaría que era un acosador e iría
corriendo a comisaría.
Me paré delante de su buzón, viendo de reojo mi relejo en el
espejo del portal. Completamente rojo. Supuse que era una cuestión de todo o
nada “Go big or go home” (Hazlo a lo
grande o vete a casa) como diría Lucas. Así que cogí aire y metí la carta
en el buzón antes de que pudiera arrepentirme y volver a mi casa con ella en la
mano.
Por supuesto, sabía que las cartas no eran suficiente. Sí eran
un buen punto de partida, pero ella era la primera chica que me había hecho
sentir como si quisiese vomitar de nervios en el buen sentido de la palabra.
Así que me pasé el resto de la tarde remoloneando en el ordenador en espera de
una iluminación divina.
La iluminación llegó al abrir una foto que había subido a
twitter una compañera de clase. Era un graffiti perteneciente a un movimiento
llamado “Acción Poética” iniciado en México en 1996 que a mí me había enseñado
Mara.
“Tu
sonrisa decora la tarde”
Recordé a Mara tirada en el sofá mientras yo veía las
imágenes del movimiento en su ordenador. Diciéndome que en nuestra ciudad nadie
hacía eso porque todos eran unos tristes, personas grises sin arte cuyas almas
no cantaban.
Y por primera vez tenía claro algo que le gustaría. Así que
decidí que si podía dárselo se lo daría y salí a comprar spray negro y le puse
un Whatsapp a Lucas para que me enseñase cómo narices usarlo.
No hay botón de "seguir" y es una pena.
ResponderEliminar¿No se puede añadir a la lista de lectura desde tu página de blogger? Si hay alguna manera más simple poniendo un botón en el blog o algo así, lo pongo encantada si me explicas cómo (porque la informática nunca ha sido lo mío).
EliminarAlguien me dijo que leyera este blog a ver que me parecía, y he de decir que desde el primer capítulo me ha enganchado la historia. No te conozco personalmente pero por lo que me ha contado de tí alguien muy cercano, creo que cuentas mucho de tí en tus historias, de tus vivencias y tus anhelos.
ResponderEliminarEscribes muy bien (soy una total profana pero a mi me gusta tu estilo y como cuentas las cosas).
Sigue mandándonos semanalmente nuestra dosis de intriga.